En la piel se producen varios cambios estructurales secundarios a una combinación de cambios degenerativos progresivos, cambios fisiológicos intrínsecos e insultos extrínsecos sobrepuestos. Los cambios fisiológicos incluyen el deterioro de la función de barrera, la reducción del recambio de células epidérmicas y la disminución del número de queratocitos y fibroblastos.
También es común observar la reducción de la red vascular, particularmente
alrededor de los bulbos pilosos y las glándulas, manifestándose como fibrosis y
atrofia cutánea.
También se producen cambios en la función
cutánea, por ejemplo, la reducción de la síntesis de vitamina D.
Estos cambios,
que además están exacerbados por la menor capacidad para afectar la reparación
de la piel, contribuyen a la aparición de varias patologías como el
fotoenvejecimiento, la insuficiencia vascular que puede causar dermatitis por
estasis, y la mayor susceptibilidad a las lesiones cutáneas, incluyendo las
úlceras por decúbito y los desgarros de la piel.
La senescencia inmunológica
paralela hace que la piel sea vulnerable a patologías como las infecciones
virales e infecciosas, y las neoplasias.
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