jueves, 22 de septiembre de 2016

Correr largas distancias no es nada nuevo



Son muchas las referencias que se tienen sobre la carrera de larga distancia en la historia de las culturas, y de todas ellas el pedestrismo griego figura en primera línea. En la 113 Olimpiada de la antigüedad, se dice de Agón de arco, después de haber vencido en la carrera de larga distancia, en el mismo día se volvió corriendo a su ciudad, situada a unos 100 km., para dar la noticia.


 Tambien Drymos, acto seguido de su victoria olímpica, ha recorrido más de 140 km. hasta su lugar de residencia. Euchidas de Platea, tras la derrota de los persas, recorrió en un solo día los 190 km. de ida y vuelta a Delfos, para renovar el fuego del altar de Apolo, profanado por los persas.
En el 490 a.C. quedó inmortalizada la carrera que un correo griego hizo desde maratón hasta Atenas cubriendo la distancia de 42 km. para dar la noticia de la victoria obtenida sobre los persas; según cuenta la leyenda el corredor murió agotado tras cumplir el encargo.
En otro contexto espacial y temporal, las carreras de relevos de los «chasquis» (correos incas) hacían posible que las noticias entre Quito y Cuzco (separados unos 1600 km.) llegarán en 8 días. Los hotentotes y los bosquimanos en África del Sur han sido caracterizados como potentes corredores que practican la caza de persecución para capturar animales a la carrera.

Los Seri del Golfo de California o los huicholes de la meseta mexicana también se citan como potentes marchadores y corredores, capaces de cazar a la carrera liebres y ciervos. Los guaraníes sudamericanos cazaban a la carrera al ñandú y entre los aborígenes australianos se habla de hombres que han capturado canguros con las manos, corriendo tras ellos. Los sioux y otras tribus norteamericanas de las grandes praderas organizaban reuniones intertribales para competir corriendo.

Los navajos de Nuevo México organizaban largas carreras para propiciar la lluvia y prosperidad de las plantas. Karl Lumholtz descubrió a los rarámuri de finales del siglo XIX como los corredores más resistentes del mundo. Cuenta de un hombre que en 5 días recorrió 600 millas (960 km.) para llevar un mensaje desde Guazapares hasta Chihuahua.
 
De otro modo cuenta también que capturaban a la carrera a caballos montaraces (salvajes), y perseguían a un venado durante varios días hasta capturarlo y darle muerte.

Dentro del contexto europeo y como precedente de las modernas carreras de competición tenemos las carreras pedestres inglesas realizadas entre algunos sirvientes en la distracción llamados «footmen», quienes en el siglo XVI corrían al lado o delante de los carruajes para evitar que se ladearan peligrosamente y para guiar a las caballerías por entre los malos tramos del camino.

Más tarde, en el último cuarto del siglo XIX tomaron auge las carreras de largo recorrido, animadas por la competencia entre los corredores profesionales de Inglaterra y EE.UU., O’Leary, en 1876, ganó una carrera de seis días recorriendo 836 km, distancia que se fue superando año tras año para que en 1888 Littlewood pusiera recorrer 1003 km con un promedio de 167 km por día, a una velocidad media de 7,6 km por hora (al descansar un total de 15 horas y 19 minutos). Weston, en 1909 y con 71 años de edad, recorrió en 105 días el trayecto de 6.270 kilómetros, durante su dedicación a la carrera de competición recorrió unos 136.800 km.

Correr grandes distancias no es nada nuevo, pero, ¿por qué todo esto? El deseo o el afán por superar algún «límite» ha sido y es una constante en la historia humana. La participación en carreras de largo recorrido, bien sea para ganar, para rebajar tiempo, o simplemente para llegar, de acuerdo a la capacidad física y mental de cada uno, es un reto para muchos; reto que supone probarse a sí mismo y compararse con los demás con la intención de ser mejor.
Las carreras ultralargas se han convertido dentro de la sociedad moderna avanzada en un recurso para crear vínculos de identidad, espacios de interacción que compensan la falta de compartición, de encuentro y comunicación social existente en la vida diaria.

Participar en carreras que exigen una gran resistencia física, es utilizado por no pocas personas como una manera inconsciente de adscribirse a un grupo de iguales que comparten las sensaciones de haberlo logrado, de haber demostrado autenticidad a través del sacrificio corporal. Los motivos y los sentidos que se desprende de las carreras ultra largas son, sin embargo, diversos al comparar sociedades con modelos culturales distintos.
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