Celebramos el Día Internacional de la Madre Tierra para
recordar que el planeta y sus ecosistemas nos dan la vida y el sustento.
Con esta celebración admitimos la responsabilidad colectiva,
como nos recordaba la Declaración de Río de 1992, de fomentar la harmonía con
la naturaleza y la Madre Tierra para alcanzar el equilibrio justo entre las
necesidades económicas, sociales y medioambientales de las generaciones
presentes y futuras.
Este día nos brinda la oportunidad de concienciar a todos
los habitantes del planeta acerca de los problemas que afectan a la Tierra y a
las diferentes formas de vida que en él se desarrollan.
En 2017, la campaña se denomina «Alfabetización
medioambiental y climática».
La educación constituye los cimientos del progreso.
Necesitamos que la ciudadanía mundial conozca los conceptos sobre el cambio
climático y sea consciente de la amenaza sin precedentes para el planeta. El
conocimiento nos empoderará a todos y nos llevará a tomar medidas para defender
el medio ambiente.
La alfabetización medioambiental y climática no es solo el
motor que genera votantes concienciados por las cuestiones ecológicas y
promueve legislación en este ámbito, sino que también acelera el desarrollo de
tecnologías y empleos respetuosos con el medio ambiente.
En algún momento de la historia de la humanidad, las emociones comenzaron a verse como un problema. La “razón” fue considerada la principal característica de nuestra superioridad con relación a otras especies y se pensaba que las emociones interferían en el adecuado desarrollo de nuestro intelecto. Pese a que hoy en día sabemos de la existencia de distintas habilidades que conforman nuestra inteligencia, las emociones continúan siendo consideradas algo que debemos aprender a controlar porque constituye nuestra parte “animal”, nuestra irracionalidad.
Es común, tanto en nuestro quehacer profesional como en la vida cotidiana, escuchar comentarios que aluden a la necesidad de controlarnos o incluso de no sentir ciertas emociones. Las hemos definido como positivas y negativas, potenciando las primeras e intentando reprimir las segundas. La rabia, el miedo, la tristeza intentan ser eliminadas de nuestro repertorio emocional y conductual. Sin embargo, olvidamos lo necesarias que son todas ellas para nuestro diario vivir.
Las emociones tienen un rol importante en nuestra relación con el entorno. Nos permiten definir vínculos, nos ayudan a establecer límites, identificar aquello que nos desagrada. Sabemos que es necesario regular nuestras emociones para convivir con los demás, pero es importante recordar que regular no es sinónimo de inhibir. Por ejemplo, no puedo pedirle a otro que no se enoje o que no sienta rabia. Dicho de otra forma ¿por qué no habría de sentirla, si se ha sentido humillado, transgredido o incomprendido? ¿Y, cómo podría regularla si no la siente? Muy distinto es aprender formas alternativas de manifestar esta emoción, desarrollar la asertividad y otras habilidades sociales.
La crianza respetuosa se plantea desde la conexión emocional entre el adulto y el niño. Daniel Goleman indica en uno de sus libros “entendemos lo que sucede en otra persona conectando con nosotros mismos. La empatía siempre entraña un acto de autoconciencia”. Y eso es fundamental en el desarrollo emocional, que se inicia desde edades muy tempranas. Gran parte de lo que hacemos durante la crianza de nuestros hijos tiene relación con esto, sin embargo, culturalmente se nos insta a hacer lo contrario.
Los adultos tendemos a focalizarnos en la conducta del niño, pero perdiendo de vista lo que motiva dicho comportamiento. Casi siempre, los padres, los profesores e incluso los mismos psicólogos se centran en la reducción de estas conductas "disruptivas", cayendo en la trampa de un trabajo superficial, en el que sólo se aborda lo aparente y se deja de lado lo importante: la emoción.
Toda conducta está motivada por una emoción: frustración, aburrimiento, agotamiento, dolor, excitación, etc. Muchas veces, los padres no logramos leer en una primera instancia qué es lo que pasa con nuestros hijos y exigimos conductas que, de acuerdo a sus características temperamentales y de desarrollo, no está en condiciones de realizar sin el apoyo y orientación de ese adulto. Muchas veces también, como adultos, tampoco sabemos cómo regular nuestras emociones, sin embargo, le exigimos al niño que sí lo haga.
Les pedimos que no se enojen, que no se sientan tristes. Y la pregunta podría ser ¿Y por qué no? Si yo como adulto necesito manifestar mi disconformidad ¿por qué no habría de permitírselo a un niño, que precisamente está aprendiendo cómo enfrentarse a aquello que siente y para lo que muchas veces no sabe siquiera definir?
Surge, entonces, la necesidad que los adultos también trabajemos con lo que sentimos, que aprendamos a identificar lo que nos pasa. Para saber cómo actuar, es necesario primero sentir, o mejor dicho, saber lo que estamos sintiendo, conectarnos con aquellas sensaciones que emergen en nuestras emociones.
Apostemos al desarrollo emocional... en los niños y en los adultos.
Paula Arellano Gálvez
Psicóloga Infantil
Facilitadora Mindfulness
Hablando de crianza respetuosa, apego y el regreso a lo natural para Vive Minimalista
Como complemento a este artículo , Daniel Goleman, Psicólogo en una conversación con Fundadora de Portal Coaching , nos habla de la importancia de las emociones en la salud
Las relaciones tóxicas son grandes “vampiros” para nuestras energías. Sin embargo, muchas veces no nos resulta fácil identificar este tipo de relaciones, bien por falta de habilidad, porque el daño es muy paulatino y está muy bien disfrazado o porque la relación que nos perjudica tanto también nos aporta otras cosas a las que no estamos dispuestos a renunciar. Las relaciones tóxicas nos atrapan, como si fuera un pantano con arenas movedizas y cuánto más queramos librarnos, más difícil se nos hace desengancharnos de sus garras.
No se enseña mucho acerca de este tipo de relaciones y puede que esta sea la razón principal de nuestro problema de soltar lo que nos hace mal. Y si realmente recibimos enseñanza al respecto, es cuando ya hemos salido heridos. Pero como siempre decimos, los errores son los mejores maestros de nuestra vida.
Por más que consultemos, no hallaremos a nadie que haya podido despegarse de alguien tóxico de la noche a la mañana, como si fuera un poco de tierra que ha quedado en nuestros zapatos. Las relaciones tóxicas nos atrapan en una red negativa, lo mismo que ocurre con un insecto que ha caído en una tela de araña. No solo hablamos de las parejas, sino también existen personas tóxicas en otros ámbitos: familiares, amigos, colegas, conocidos, etc.
Como primera medida, una relación tóxica nos hace mal, nos impide avanzar, manipula todo aquello que nos reconforta de nuestra existencia, destruye aquello que somos, no nos da “permiso” para pensar ni actuar como queremos... en definitiva, nos hace seres infelices. Y como dijimos antes, se hace cuesta arriba poder salir airosos al intentar desengancharnos de esa red que ahoga, reprime, lastima…
La relación tóxica se desarrolla entre dos personas, una dominante y otra sumisa, aunque puede que ninguno de los dos se de cuenta de ello. Existen muchos problemas de comunicación, a los que se suman las mentiras, los chantajes emocionales y sobre todo, la manipulación. Si bien ambas partes pueden sufrir, el que se lleva la peor parte es aquél que acata las órdenes.
Las relaciones tóxicas que deberíamos evitar son:
En primer lugar, aquellas donde una sola persona está a cargo o decide. Quiere siempre tener el control, no escucha las opiniones ajenas, no está de acuerdo en la justicia ni en la equidad. Esa persona es la única que crece, mientras que la otra cada vez se hunde más.
En segundo término, las relaciones que cumplen la función de “llenar” o “completar” un vacío existente. Debemos conseguir sentirnos plenos por nosotros mismos, sin que otro sea el encargado de suplir las carencias.
El tercer tipo son las relaciones co-dependientes, es decir, cuando ambos integrantes son pasivos y dependen del otro para ser felices, no saben lo que es la individualidad y precisan de la aprobación externa para actuar, siempre priorizan las necesidades ajenas por sobre las propias.
La idealización o las expectativas subrreales son también un tipo de relación tóxica. Estas ocurren cuando se exige una perfección imposible de alcanzar, cuando se espera todo el tiempo cambiar al otro hasta que se amolde a nuestros gustos, etc.
En quinto lugar, tenemos aquellas personas que utilizan sus problemas del pasado para justificar lo que hacen en el presente. Pueden ser unos padres muy autoritarios, una pareja celosa o un abandono en la niñez. Todo vale como excusa de los actos diarios.
Otro tipo de relación tóxica a evitar es la que está basada en mentiras continuas, donde nunca se sabe qué es cierto y qué es una falacia. También podemos incluir aquí ocultar información o todo aquello que derrumbe la confianza (que es muy difícil de recuperar).
De la mano de ella, podemos señalar las relaciones donde el perdón no es un sentimiento genuino o frecuente y además no hay intensiones de reparar lo que se ha dañado.
Por último, las relaciones que se basan en la agresión-pasividad durante la comunicación. Cuando en vez de hablar abiertamente se lo hace con indirectas o prejuicios, cuando las palabras o la actitud siempre es hostil y cuando no hay atención al tratar entablar un diálogo.
Tal vez con esta explicación podamos estar más alertas y determinar en qué momento una relación se ha vuelto tóxica Por Marcia Hidalgo
Correr minimalista, más que ver con que tipo de zapatilla se utiliza, tiene que ver más con el cambio significativo en la mecánica de moverse. Por esta gran razón la transición es larga. No es que sólo los pies se adapten. Todo el esqueleto comienza a despertar.
Si hay mucho kilómetros corridos, hacer el cambio significa sacrificar cuotas de distancia para recomenzar.
El corredor de este video nos hace mención en una cuestión elemental : ¿Como se puede llegar a crecer? . Porque correr descalzo puede ser visto como un retroceso a lo prehistorico. Sin duda que es algo bastante radical pero no por eso es nocivo para nuestro cuerpo. Correr o caminar descalzo es lo más natural para nuestro cuerpo .
Para Juan, 52 años, correr descalzo más que un proceso en sí lo ha tomado como una filosofía de vida. Hoy solo utiliza calzado bien bajos. Hoy, nos dice , tengo una postura más, vertical , relajada , no voy con los hombros hacia adelante . Mi centro de gravedad está alineado ; hombros, cadera, rodilla, tobillos . ¿ Qué significa esto ? Significa que hay mas eficiencia y menos desperdicio de energías en lo que respecta a la movilidad . Ya sea caminando como al correr
PODCAST
Presentación
Vive Minimalista es un sitio que busca incentivar cambios en el estilo de vida. Promocionamos todo que lleve a la personas a dejar de ser sedentario.
Hablamos de deportes y algo más porque los cambios involucran muchas otras cosas. Aquí hablamos de esto y otras cositas