Muchas son las personas que,
cuando llegan los días de calor, encienden un ventilador en una habitación
vacía (por ejemplo en el dormitorio antes de ir a acostarse) con la intención
de que se enfríe y baje algún grado la temperatura de la estancia. Pero en
realidad lo que hace el ventilador no es enfriar aquel lugar sino mover el aire
del interior.
Un ventilador es efectivo si
estamos nosotros dentro y, sobre todo, si esa corriente de aire que mueve nos
toca ya que ese es el modo de que podamos sentirnos más frescos. Si el aire del
ventilador no nos da de poco sirve para quitarnos el calor.
Cuando hace calor y estamos en
una estancia nuestro sudor hace que el aire que nos rodea sea húmedo. Si
ponemos un ventilador enfocando hacia nosotros lo que hace es reemplazar esa
humedad por otro aire seco, evaporándose nuestro sudor y haciendo que tengamos
la sensación de estar más fresquitos; pero en realidad la temperatura de aquel
lugar no ha descendido ni un grado. Es nuestra sensación térmica la que varía
gracias a ese aire sin humedad que nos da.
Si pusiéramos el ventilador
enfocado hacia otro punto al que estamos nosotros y no nos alcanzase el aire
nos podríamos dar cuenta que, con la ayuda de un termómetro, pasado un buen
rato la temperatura de aquel lugar seguiría siendo la misma que antes de haber
encendido el aparato.
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